La neuropsicóloga Lucía Crivelli advirtió sobre los serios riesgos que la exposición excesiva a pantallas y redes sociales representa para la salud emocional de los menores. La especialista señaló cómo este fenómeno contribuye al alarmante aumento de la ansiedad y la depresión entre los jóvenes, al tiempo que resaltó la crucial importancia del juego y del aburrimiento en su desarrollo.
La doctora Crivelli (MN 33849) abordó la creciente preocupación por la hiperconectividad y sus efectos en la salud mental de niños y adolescentes. La neuropsicóloga explicó que el uso desmedido de pantallas y redes sociales no solo afecta su bienestar emocional, sino también su desarrollo integral. «Los chicos están muy conectados a Internet y las redes sociales, pero a la vez están desconectados de la vida real. Es un doble juego», explicó, refiriéndose a la desconexión emocional que experimentan los jóvenes inmersos en un mundo digital diseñado para adultos.
Crivelli detalló cómo las redes sociales, lejos de ser espacios de socialización positiva, se han convertido en herramientas de control y manipulación por parte de empresas que buscan maximizar el tiempo de conexión de los usuarios. «Lo que se está viendo es que estamos dejando a los chicos completamente libres y no supervisados en el mundo virtual, mientras que, por otro lado, estamos restringiendo su libertad en la vida real», añadió, ilustrando cómo los algoritmos diseñados para adultos exponen a los menores a contenidos para los que no están preparados.
La neuropsicóloga también vinculó el aumento del tiempo frente a las pantallas con la disminución de las oportunidades de juego libre y la interacción social directa, una tendencia que se intensificó desde los años 90 con el aumento del miedo a la inseguridad. «Antes los chicos jugaban en la vereda, con vecinos, en los clubes, con otros niños. Hoy todo eso ha disminuido, pero se ha aumentado el tiempo frente al celular», lamentó, señalando que la tecnología ha reemplazado valiosos espacios de socialización y juego espontáneo.
Crivelli citó el trabajo de Jonathan Haidt, autor de «La generación ansiosa», para respaldar sus advertencias sobre el impacto en la salud mental de la Generación Z. Según la especialista, los adolescentes nacidos después de 2010 presentan tasas significativamente más altas de ansiedad y depresión en comparación con generaciones anteriores, un fenómeno directamente relacionado con el uso masivo de las redes sociales. «Estos chicos tienen hasta 2,5 veces más episodios depresivos y tres veces más ansiedad que los de generaciones anteriores. Y esto es especialmente notable en las chicas», precisó.
La adicción a las redes sociales y el consumo constante de contenido digital alteran la capacidad de concentración, aprendizaje y relacionamiento saludable de los jóvenes con su entorno. Crivelli mencionó un estudio que demostró cómo la simple presencia del celular, incluso apagado, puede afectar negativamente el rendimiento cognitivo de los adolescentes.
Ante este panorama, Crivelli enfatizó la necesidad de un cambio en la forma en que los padres abordan la relación de sus hijos con la tecnología, abogando por encontrar un equilibrio en lugar de prohibir su uso por completo. Subrayó la importancia del juego libre y la autonomía en el desarrollo infantil, así como el valor del aburrimiento para activar la red neuronal que fomenta la creatividad y nuevas conexiones cerebrales.
En cuanto a políticas públicas, la neuropsicóloga consideró urgente que los gobiernos regulen de manera más activa el acceso a las redes sociales, sugiriendo elevar la edad mínima de admisión a plataformas como Facebook e Instagram de 13 a 16 años. «Los chicos de 13 años no tienen la madurez necesaria para entender las implicancias de compartir su información personal en las redes», aseguró.
Crivelli abogó por un esfuerzo colectivo, instando a los padres a unirse para establecer reglas comunes y a las políticas públicas a garantizar la protección de los menores en el entorno digital. «Los padres estamos viviendo una revolución interna, queremos que esto cambie, pero a la vez sentimos que es algo que ya está fuera de nuestro control», reflexionó, destacando la necesidad de una acción unida para lograr un cambio efectivo.
Finalmente, la neuropsicóloga concluyó recordando la urgencia de retomar el juego libre, la autonomía y la interacción cara a cara para asegurar un desarrollo saludable en un mundo cada vez más digitalizado, donde los efectos del uso excesivo de pantallas en la salud emocional de los adolescentes ya no pueden ser ignorados.