Hace 27 moría Juan Manuel Fangio, el mejor piloto y uno de los deportistas más destacados de nuestro país.
En un frío 17 de julio de 1995, ya agobiado por diversos problemas de salud nos dejaba para siempre el quíntuple campeón del Fórmula 1, Juan Manuel Fangio. Nacido en Balcarce, hijo de una familia de trabajadores, había aprendido los secretos de la mecánica del automotor en esos talleres donde se hacía de todo.
Era muy buen jugador de fútbol, y goleador, del club Rivadavia, cuando las carreras de autos lo sedujeron. De los polvorientos y peligrosos caminos del tierra del sur bonaerense, pasó al Turismo Carretera, donde logró los torneos de 1940 y 1941.
El desabastecimiento que produjo la Segunda Guerra Mundial discontinuó las competencias. Desde su retorno, en 1947, cruzó las fronteras y empezó a dar cátedra en la inaugurada Fórmula 1 en 1950. Al otro año conquistó el máximo logro, título que repetiría cada año entre 1954 y 1957, y con cuatro marcas: Alfa Romeo, Ferrari, Mercedes-Benz y Maserati.
Fangio no fue un conductor desaforado. Se destacó por su inteligencia, puesta de manifiesto en técnicas como la de asustar al rival picando en punta para hacerle creer que sería impasable; o conocer todas las curvas de circuitos complejos como el de Nürburgring, donde, en 1957 vencería en su carrera más épica y en 1969 encabezaría la faz técnica del equipo Torino en las 84 Horas que mantuvieron al país en vilo.
Esa astucia, esa inteligencia que se percibe en la foto de una competencia en Suiza en 1951 (Archivo Museo Fangio), le permitió siempre arriesgar pero sabiendo, correr como el mejor pero nunca creérselo (su lema), pensar para el equipo, esquivar accidentes gravísimos o, por lo menos, acompañar la suerte que tuvo en el Gran Premio Buenos Aires-Caracas, donde volcó y se mató su acompañante, Daniel Urrutia; en Monza, donde en 1953 casi encontró la muerte; o en Le Mans, donde en 1955 se produjo la mayor tragedia del automovilismo competitivo internacional y él salió ileso.
En el exterior, su apellido fue sinónimo de Argentina hasta la popularización de Maradona en la década de 1980. Su vida privada tuvo varios puntos oscuros, pero no nos interesan porque esta es una nota sobre un deportista, el mejor adentro de un auto que tuvo nuestro país.