En un discurso en la Mesopotamia volvió a cargar contra la Ciudad de Buenos Aires y ofreció una sesgada mirada comparativa con la Scaloneta.
“Soy el primer presidente porteño de los 40 años de la democracia, que nací en Buenos Aires”, manifestó Alberto Fernández, en Posadas, Misiones, adonde viajó para la entrega de 597 viviendas. Acá hay que hacer una aclaración periodísticamente necesaria: muchos medios encontraron un error histórico en la frase del mandatario, pero obviaron en sus notas aclarar que él se refirió a “de los 40 años de la democracia”. Y en eso no se equivocó, ya que Roberto Marcelino Ortiz, presidente entre 1938 y 1942 también había nacido en la capital argentina, pero vivió muchos años antes de la recuperación de la democracia en 1983. Los medios podrían cuestionar, sí, que no tiene mucho sentido la segmentación que Fernández hace del tiempo, como si hubiera habido un país antes de Alfonsín y otro después. Y que la lógica de su pensamiento solo apunta a atacar al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, ya que mostrarse como porteño para un presidente federal no suma absolutamente nada y, por el contrario, tiende, otra vez, a intentar dividir para reinar.
Curiosamente también en ese momento se encontraba con Oscar Herrera Ahuad, gobernador de la provincia de Misiones, que no acompañó la solicitud de la Casa Rosada contra el máximo tribunal.
Fernández también manifestó que la ciudad debe “dejar de lado su opulencia”, precisamente la misma urbe en la que vive la vicepresidenta y, más exactamente, en uno de los barrios más lujosos y caros.
Posteriormente se refirió a que la Argentina “está remontando” porque este año va a volver a crecer y porque el trabajo “se está multiplicando”, con eje en la construcción. Es verdad también, aunque no lo dijo, que los precios se están remontando, como bien lo sabe cualquiera, o casi cualquiera, que va a un supermercado o que toma medios de transporte públicos.
En el cierre, el presidente apeló, nuevamente, al fervor mundialista: “Misioneros, misioneras, una alegría estar aquí con ustedes, entregar estas viviendas. Insisto, el año nos deparó la alegría de ser campeones del mundo; tomemos ese ejemplo para darnos cuenta de lo que somos capaces los argentinos cuando trabajamos en equipo y nadie baja los brazos”. No recordamos que Scaloni se haya rebelado contra los jueces sino que más bien acató sus fallos aunque mucho no le gustaran.