La violencia de la naturaleza se hizo sentir con una intensidad aterradora. Granizo del tamaño de cantos rodados comenzó a caer de manera torrencial, convirtiendo calles, veredas y jardines en campos de batalla cubiertos de hielo. A la par, el viento desatado derribaba árboles centenarios, arrancaba techos y causaba cortes de electricidad que sumían a varios barrios en la oscuridad. La furia de la tormenta no hizo distinciones, afectando tanto a vehículos como a viviendas, y sumiendo a los vecinos en una sensación de vulnerabilidad total.
Los testimonios de los habitantes hablan de un caos total. La caída de árboles no solo bloqueó las calles, sino que dejó un saldo de autos destrozados, como el caso de una camioneta en 25 de Mayo al 100, que sufrió el impacto directo de un árbol. “Fue un estruendo tan fuerte que pensamos que era un terremoto”, relató una vecina de la zona.
La tormenta, que comenzó alrededor de las 15:20, fue precedida por un alerta amarillo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que anticipó ráfagas intensas, caída de granizo y tormentas eléctricas. Sin embargo, la magnitud de los daños sorprendió a propios y extraños. Bahía Blanca no solo enfrentó la furia de la naturaleza, sino también el desafío de la imposibilidad de anticipar con precisión el alcance del fenómeno.
Este violento episodio de granizo no es un hecho aislado. En los últimos años, Argentina ha sido testigo de fenómenos meteorológicos extremos, que parecen volverse más frecuentes y severos. En 2023, por ejemplo, una tormenta de granizo similar afectó a varias provincias del centro y norte del país, provocando una devastación en cultivos y hogares. Las fuertes ráfagas de viento también fueron protagonistas en el sur, especialmente en Chubut y Santa Cruz, donde las ráfagas alcanzaron los 90 km/h, dejando un rastro de daños materiales y personas afectadas.