Julián Weich, conocido por su destacada carrera televisiva, reflexiona sobre su vida personal y profesional, marcada por la búsqueda de reconocimiento y paz interior. En una reciente entrevista, compartió cómo su infancia difícil y sus años de éxito en los medios lo llevaron a enfrentar una profunda crisis existencial, que lo impulsó a cambiar su perspectiva de vida.
Una infancia difícil
Weich describe su niñez como “infeliz”, marcada por la percepción de una falsa felicidad en su hogar. “Detectaba las apariencias, la verdad de la milanesa. No veía los problemas, los sentía, y eso me angustiaba”, afirma. Creció en Belgrano, con la sensación de ser un chico incompleto, afectado por complejos físicos y emocionales. A pesar de su entorno estimulante, donde se promovía la solidaridad, su familia no lograba alcanzar la satisfacción personal.
La influencia de sus padres
Su madre, Nilda, exbailarina y obstetra, luchó por encontrar la felicidad y murió tras un trasplante de corazón. Su padre, Bernardo, quien también fue actor y luego administrador, vivió con angustia constante. Weich reconoce que su padre nunca pudo superar sus frustraciones y que esto lo marcó profundamente. “Papá no pudo ni siquiera morir feliz”, reflexiona.
El escape a la fama y el vacío interior
A los 22 años, Weich comenzó su carrera en televisión. El éxito y la popularidad llegaron rápidamente, pero también la sensación de vacío. A pesar de tenerlo todo —dinero, rating y reconocimiento—, confesó sufrir de una depresión silenciosa. “Me asusté cuando, en vez de querer matarme, quería morirme”, relata. En ese momento, se dio cuenta de la necesidad urgente de hacer frente a sus problemas emocionales.
La búsqueda de paz y sentido
Fue entonces cuando comenzó su búsqueda espiritual. A partir de 2002, el descubrimiento de la obra de Brian Weiss, un psiquiatra especializado en regresiones y vidas pasadas, le abrió la mente. “Lo que vemos y sabemos no es todo lo que hay”, afirma. Empezó a explorar prácticas como la meditación, yoga y otras disciplinas espirituales, las cuales le proporcionaron una paz interior duradera.
Weich descubrió que la verdadera satisfacción no proviene de los logros externos, sino de encontrar equilibrio y paz. “Cuando aprendés a vivir en paz, sabés atajar lo bueno y lo malo. No hay picos de euforia ni de tristeza, estás en equilibrio”, señala.
El despertar personal
A lo largo de los años, Weich dejó atrás el impulso de competir por el éxito y el reconocimiento. Su filosofía de vida cambió, y adoptó una dieta vegetariana, lo que también fue parte de su proceso de transformación. “Desde que dejé de comer carne, desapareció la sensación de competencia continua. Perdí esa necesidad de agradar o competir con los demás”, asegura.
Un nuevo enfoque hacia la fama
Aunque la fama fue una parte importante de su carrera, Weich nunca dejó que definiera su vida. En varias ocasiones se alejó de los medios para proteger su privacidad y dedicarse a causas más importantes. “Mis hijos no. Mi casa no. Mi vida privada no”, afirma al recordar cómo logró establecer límites con la prensa y su carrera.
El compromiso con el trabajo social
Hoy en día, Weich está dedicado a su labor en televisión y a una vida de compromiso social. Al frente de programas como Qué mañana! en Canal 9, también apoya a diversas ONGs. Su trabajo social, que incluye su participación en UNICEF y otras fundaciones, le ha dado un propósito más allá de los ratings y el éxito mediático. “El trabajo social no se termina nunca. Y no debes correrte por la llegada de las nuevas generaciones. Ahí cada vez te quieren más”, comenta.
Weich concluye que el verdadero éxito no es el que se mide en cifras o fama, sino el que proviene del bienestar personal y de las buenas acciones hacia los demás. “Este ‘llenado’ de alma no es mentiroso como el del rating”, afirma, demostrando que el significado de su vida está más allá de la exposición pública.