Un nuevo estudio científico confirmó lo que muchos intuían: la pandemia de COVID-19 dejó huellas en la salud cerebral, incluso en quienes nunca se contagiaron. El trabajo, publicado en Nature Communications por un equipo de la Universidad de Nottingham, señala que el cerebro humano envejeció, en promedio, 5,5 meses más rápido durante ese período.
El hallazgo se basó en datos de neuroimágenes tomadas antes y después de la pandemia, y los efectos fueron más severos en varones, adultos mayores y personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica.
Un entorno que envejece la mente
Los investigadores trabajaron con datos del Biobanco del Reino Unido, que almacena información de salud a largo plazo de miles de personas. Aplicaron modelos de inteligencia artificial sobre resonancias magnéticas de más de 15.000 personas para calcular la llamada “brecha de edad cerebral”: la diferencia entre la edad real de un individuo y la edad estimada de su cerebro.
Luego, compararon dos grupos:
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Grupo de control: 564 personas escaneadas antes de la pandemia.
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Grupo “pandemia”: 432 personas con una resonancia previa y otra posterior a 2020.
El resultado fue claro: en el segundo grupo, el envejecimiento cerebral se aceleró un promedio de 5,5 meses. Y en los que sí se habían contagiado de COVID-19, el impacto fue aún mayor, especialmente en personas mayores.
Aislamiento, estrés e incertidumbre
Lo más llamativo del estudio, según su director, Ali-Reza Mohammadi-Nejad, fue que incluso quienes no se infectaron con el virus mostraron signos claros de deterioro cerebral. La explicación probable está en el impacto general de la pandemia: el aislamiento social, la incertidumbre prolongada, el miedo y el estrés crónico.
“La pandemia afectó profundamente nuestras rutinas, vínculos y estabilidad emocional. Todo eso tiene efectos reales y medibles en el cerebro”, afirmó la autora principal del estudio, Dorothee Auer.
Peor desempeño cognitivo
El envejecimiento cerebral detectado no fue solo estructural: también se reflejó en el rendimiento cognitivo. Quienes mostraban más deterioro obtuvieron peores resultados en pruebas de velocidad de procesamiento y flexibilidad mental, dos funciones clave para la vida diaria.
Este deterioro se observó principalmente en los infectados por SARS-CoV-2, pero el grupo no infectado tampoco salió indemne.
¿Es reversible este envejecimiento?
Por ahora, no se sabe si estos cambios cerebrales son permanentes o pueden revertirse. Los investigadores son cautos, pero no pierden el optimismo: “Es posible que algunos efectos se reduzcan con el tiempo o mediante intervenciones”, señaló Auer.
¿Quiénes fueron los más afectados?
El análisis identificó tres grupos particularmente vulnerables al envejecimiento acelerado del cerebro durante la pandemia:
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Adultos mayores
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Varones
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Personas de contextos socioeconómicos bajos
Estos grupos ya eran más propensos al deterioro neurológico y, bajo condiciones de estrés sostenido, se vieron aún más afectados.
Evidencia en jóvenes y COVID prolongado
Otros estudios confirman que los efectos neurológicos de la pandemia no se limitaron a los adultos. Investigadores de la Universidad de Washington detectaron un envejecimiento cerebral acelerado en adolescentes, especialmente en niñas, acompañado de un aumento en los niveles de ansiedad, depresión y estrés.
En Argentina, científicos del Conicet y la UNSAM también investigan los efectos del COVID prolongado. Según Martín Belzunce, las neuroimágenes revelaron atrofias y cambios cerebrales en pacientes con síntomas persistentes, en especial entre quienes no se habían vacunado.
Un llamado de atención global
Este estudio británico es uno de los primeros en ofrecer evidencia concreta sobre cómo un evento global puede modificar estructuras cerebrales de manera significativa. Aún queda mucho por investigar, pero el mensaje es claro: la salud mental y neurológica debe estar en el centro de las políticas públicas post-pandemia.
Porque incluso en tiempos sin enfermedad, el entorno importa —y mucho— para el funcionamiento de nuestro cerebro.