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Más evidencia señala que el COVID-19 fue creado en un laboratorio chino: «Ahora se sabe quién lo financió»

El neuropsiquiatra argentino Gabriel de Erausquin, miembro de un consorcio internacional de investigación, aseguró que el virus SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio en China. Según explicó, el coronavirus es un virus «sintético» o «semisintético», una hipótesis respaldada inicialmente por la viróloga china Li Meng Yan, quien tras denunciarlo, se refugió en Estados Unidos por amenazas del régimen de Beijing.

De Erausquin indicó que ya en 2020 dos equipos de investigación, uno en los Países Bajos y otro en el Reino Unido, confirmaron de manera independiente la manipulación de la proteína del virus, reforzando la teoría de su origen artificial.

Condiciones de bioseguridad deficientes en Wuhan

El científico sostuvo que el virus habría sido desarrollado como parte de un proyecto para crear una vacuna, pero que escapó del laboratorio debido a «condiciones desastrosas de bioseguridad» en las instalaciones del Instituto de Virología de Wuhan.

«Ahora se sabe quién lo financió y quiénes fueron los investigadores», señaló De Erausquin, quien precisó que esa información está disponible en el sitio web oficial de la Casa Blanca. Sin embargo, aún no se ha podido determinar con certeza cómo comenzó la propagación entre la población general.

«Pienso que los chinos trataban de desarrollar un virus humanizado para una vacuna y se les escapó», insistió el especialista en declaraciones a La Nación.

Impacto neurológico del COVID-19 prolongado

Más allá del origen del virus, De Erausquin también advirtió sobre las consecuencias neurológicas a largo plazo del COVID-19. Nuevas investigaciones muestran una posible relación genética entre el COVID-19 prolongado y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

En su análisis, el neuropsiquiatra destacó que ciertos individuos genéticamente predispuestos son más vulnerables tanto a manifestar síntomas persistentes tras la infección como a desarrollar manifestaciones tempranas de Alzheimer.

Entre los efectos cognitivos detectados en pacientes mayores de 60 años sin antecedentes de deterioro previo se encuentran:

  • Pérdida persistente del olfato (anosmia)

  • Pérdida de memoria a corto plazo

  • Dificultades en la organización de tareas cotidianas

  • Problemas para recordar palabras o nombres

Estos hallazgos surgen del Alzheimer’s Association Consortium on the Neuropsychiatric Sequelae of SARS-CoV-2 (CNS SARS-CoV-2), un proyecto internacional impulsado al inicio de la pandemia con apoyo de la OMS, y en el que De Erausquin ha tenido un rol central.

Estudio global confirma los riesgos

Recientemente, De Erausquin lideró un estudio publicado en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, basado en el seguimiento de más de 3.500 adultos de ocho países.

La investigación reveló que entre el 10% y el 35% de quienes superaron la infección por COVID-19 presentan síntomas persistentes como fatiga, problemas de memoria y alteraciones sensoriales. En adultos mayores, estos síntomas pueden derivar en un deterioro cerebral más severo, duplicando el riesgo de desarrollar cuadros similares a la demencia.

Uno de los hallazgos clave es el daño que el virus puede causar en el sistema olfativo y límbico del cerebro, favoreciendo la inflamación, la disminución del volumen cerebral y la progresión de enfermedades neurodegenerativas.

La anosmia, síntoma temprano de la infección, aparece como un posible vínculo biológico entre el COVID-19 y el deterioro cognitivo, lo que subraya la necesidad de intensificar la investigación en salud cerebral para mitigar las secuelas de la pandemia.

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