Todo empezó así. El miércoles 4 de mayo, dos hombres fueron detenidos en la calle con cigarrillos de marihuana y trasladados a la comisaría de Lomas del Millón, en el oeste del Gran Buenos Aires. La Policía libró un acta, pero que no la elevó a ninguna autoridad judicial.
Fuentes judiciales contaron luego que, en la dependencia, “el subcomisario se entrevistó con ellos y les exigió dinero para poder liberarlos. Cien mil pesos es lo que quería y estos muchachos empiezan a llamar a varios conocidos para hacer la vaquita”.
Un amigo de los detenidos concurrió a la comisaría de Ramos Mejía para denunciar que habían sido secuestrados. Esta acción generó la intervención del fiscal Basso y de la DDI de La Matanza, que hasta ese momento no sabían que todo esto sucedía en una comisaría.
Después de haber permanecido siete horas detenidos y sin que se haya pagado el soborno, los dos hombres fueron liberados: se sospecha que se debió a que los demorados no tenían cómo reunir ese dinero.
Al recuperar la libertad los investigados de la citada DDI los contactaron y recibieron la noticia que el secuestro había tenido lugar en la comisaría y el extorsionador era, precisamente, el subcomisario. Como se trataba de personal la Policía de Buenos Aires, el fiscal Basso dio intervención a los detectives antisecuestros de la Policía Federal y pidió, ante el juez federal Elpidio Portocarrero Tezano, subrogante del Juzgado Federal 3 de Morón, el allanamiento de la seccional novena de Lomas del Millón y la detención del extorsionador subcomisario Nazareno Barragán.
Acusado por los delitos de «exacciones ilegales y secuestro extorsivo agravado», se investiga qué otros empleados de la Policía actuaron, por lo cual se secuestraron actas, libros de guardia y otros documentos.
El subcomisario Barragán fue llevado a la sede del Departamento Antisecuestros de la PFA, en Palermo, CABA, y, posteriormente, a Morón, donde fue indagado por el fiscal Basso, pero se negó a declarar. La semana entrante se resolverá su situación procesal.
