Casi como en un cuento de Borges, el laberinto se ha transformado en un verdadero monstruo para quienes quieren importar y, por ende, tener y dar trabajo en la Argentina. El gobierno busca administrar las reservas del Banco Central, cuyo destino prioritario son las importaciones energéticas, en particular de gas por gasoducto desde Bolivia y cargas de Gas Natural Licuado (GNL) en buques metaneros desde destinos tan distantes como Qatar, Argelia o Trinidad y Tobago. Para ello, restringe todo lo demás, sin importar siquiera que las materias primas o los productos terminados no se fabriquen en el país, lo que obliga a las empresas locales a cerrar sus puertas, ya que no tienen otro medio para conseguirlos.
Hay problemas para importar neumáticos, repuestos para autos, baterías, zapatillas, café, productos de marroquinería, cosméticos, pisos cerámicos y flotantes, suelas para calzado, artículos farmacéuticos, y ya se nota también que en las góndolas faltan salchichas, salamines, pañales y vasitos de plástico.
Gustavo Lazzari, presidente de la Cámara Argentina de la Industria de Chacinados y Afines, contó que “se complicó mucho la importación de materia prima e insumos” . La producción porcina local no alcanza a abastecer al sector, que importaba 7 % de la carne porcina de Brasil. “Ahora te obligan a pagarla a 180 días, pero el vendedor brasileño te dice, en 180 días no sé si estarás vivo; además, el que compra a $ 135 (por el precio actual del dólar oficial) no sabe a cuánto estará en 180 días”, explicó.
Más grave aún, señaló, es que una empresa necesite, por ejemplo, cambiar el buje de una máquina importada. Y más aún el caso de “insumos críticos” que hacen a la elaboración y durabilidad de los productos, como tripas para embutir salames y salchichas, aditivos, conservantes, clips para cerrar salames y jamones. O poliamida para las bolsas de vacío, cajas para envíos y tinta para etiquetado. Cuando se organiza una línea de producción, con ciertas máquinas e insumos, no siempre es posible reemplazar una cosa por otra parecida. Martín de Gyldenfeldt, el gerente de dicha cámara, precisó que toda la industria de chacinados está en riesgo. Nada menos que 25 insumos, precisó, deben importarse “sí o sí”, por lo que anticipó el cierre de algunas líneas de producción.
Una decisión inmediata, explicó Lazzari, es que ante la escasez o eventual falta de ciertos aditivos o ingredientes las empresas los apliquen al producto más caro, y dejen de producir los más baratos. Si esto se prolonga, dijo, las salchichas con puré pueden llegar a ser un lujo.
A medida que ajustó más y más el cepo, el gobierno fue complejizando el “Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones” (SIMI) con medidas como imponer topes del tipo “valor importado en 2020 más el 70 %” o “valor importado en 2021 más el 5 %”, que en gran parte de los casos implica restringir las cantidades importadas, y la exigencia de conseguir crédito comercial a 180 días, algo muy complicado dada la escasez de crédito, el alto riesgo-país y la altísima incertidumbre cambiaria. Es decir, un laberinto del que nadie puede salir, y mucho menos un país que atrasa.
Además, productos como aluminio, resinas plásticas y productos químicos como polioestireno y polipropileno se producen en el país, con lo cual pasó a ser más fácil y mejor negocio importar el producto final de lo que los productores locales pueden importar algunos insumos para hacerlos localmente e incluso exportarlos. Una realidad a contramano del discurso del “valor agregado” y la “patria exportadora”.
Las empresas agrupadas en la Cámara de la Industria Química y Petroquímica deben haber hecho algunas gestiones para corregir esas anomalías, porque el jueves pasado el BCRA sumó a la maraña regulatoria la Comunicación A 7553, cuyas disposiciones más importantes fueron resolver los reclamos de quienes tenían ya importaciones contratadas e incluso embarcadas cuando el gobierno decidió esconderles los dólares.
Un aspecto paradójico es que, en tren de “cuidar” las reservas para evitar una devaluación y sus efectos inflacionarios, el laberinto, al desalentar la importación de insumos y bienes, aumenta los precios por vía de la escasez y conductas defensivas como el acaparamiento y la prevención a raíz de la incertidumbre sobre la posibilidad y los costos de reposición. Un verdadero descontrol del control. Un laberinto impuesto.