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CRECIENTE Y PREOCUPANTE NÚMERO DE NIÑOS Y ADOLESCENTES CON TAREAS DE ADULTOS EN LA ARGENTINA

 

Unicef realizó una encuesta en 2.869 hogares de toda la Argentina, que tiene como objetivo medir el impacto del COVID-19 y las políticas en torno a la pandemia, en la vida de las mujeres, los niños y los adolescentes. El 43 % de los adolescentes indicó que está cargo del cuidado de niños o personas mayores con quienes conviven. Un 70 % hace las compras. Un 86 % cocina. Un 23 % se encarga de actividades orientadas al mercado y un 13 % busca trabajo.

Evidentemente estas cifras hablan de un desequilibrio, pues los adolescentes y niños no están capacitados, ni por su físico ni por su siquis, para llevar a cabo tareas o responsabilidades de adultos.

El trabajo doméstico intenso (más de 10 horas semanales en el caso de niños y más de 15 horas en adolescentes) impacta sobre todo en las mujeres. Los datos de la encuesta dicen que es la modalidad de trabajo que más practican los habitantes de nuestro país de 5 a 15 años, pero mayormente son ellas las que cargan sobre sus hombros esta dura tarea.

De esta manera, tempranamente se afirma una división de los roles de género, en la que las mujeres son las responsables “naturales” del cuidado del hogar. Frente a todos los progresos del feminismo en todo el mundo, la forma en que se crían niñas y adolescentes en la Argentina es un verdadero atraso.

El estado, encima, hace poco y nada por solucionar este problema: cierran o recortan programas de seguridad social, ajustan en el área de salud y educación, permiten que suban las tarifas de los  servicios esenciales, impiden el acceso a una vivienda digna. Todo esto afecta a niños y adolescentes que no pueden delegar.

La clase social es clave en esta situación: los adolescentes hijos de patrones, directores o profesionales que realizan trabajo doméstico intenso llegan a 5,1 %, pero el número sube a 12,6 % entre los hijos de obreros no calificados u operativos. Los adolescentes que viven en zonas rurales son aún mucho más afectados por esta cruda manera de vivir.

De la misma encuesta, se desprende también que el 66,8 % de los niños y niñas y el 64,9 % de los adolescentes de la República Argentina que realizan trabajo doméstico intenso lo hacen en casas sin acceso a la red de gas, con el alto costo y el peligro que implica el uso de gas en tubo, garrafa, leña o carbón. Además, el deterioro habitacional, con deficiencia en los materiales de las paredes y pisos, crece hasta 9 veces en los hogares sitos en espacios rurales.

Múltiples factores, como un presupuesto de ajuste que arroja a la miseria a millones privilegiando el pago al FMI, obliga a niños y adolescentes, no solo a seguir en esta situación de carencia sino a sufrir cada vez más las consecuencias de un estado ausente.

Las víctimas no pueden optar por ir a un comedor comunitario (que no sea hecho por otras mujeres en los barrios), o una lavandería o espacios de cuidado donde profesionales puedan atender a quienes tengan necesidades específicas. Para que sea posible liberar de estas tareas a ellas y sus familias, es preciso reorganizar de otra manera la sociedad, con las prioridades puestas en el desarrollo de los más chicos.

 

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