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PESCA DEPORTIVA: MUCHO MÁS QUE SACAR PESCADOS

 

La pesca bien entendida provoca un contacto especial con la naturaleza. El pescador, a medida que realiza más y más salidas, aprende a respetarla, por ejemplo, devolviendo los peces a su medio con mayor frecuencia hasta el punto de que difícilmente mate alguno. Pescar en más que sacar un pescado.

Este contacto natural se realiza por medio de todos los sentidos. Estos sentidos nos ayudarán a respetar a la naturaleza, a los demás seres humanos y a nosotros mismos. Nos hará devolver los peces al agua, no porque nos lo pida una ley sino por convicción personal, sin ser más papistas que el papa y pensar que matar una mojarra es un pecado capital. Nos ayudará a cuidar el medio ambiente, a no hacer fuego cerca de un árbol, a no dejar prendidas las brasas, a no dejar tirados residuos que no se reciclan, a no romper alambrados ni tranqueras, a no dañas campos de cultivo, a no matar animales…

El más claro y obvio de los sentidos es la vista. El pescador se recrea por el entorno que lo rodea. Cuántas veces dejamos de pescar, especialmente en la Patagonia, para ver esa hermosa montaña nevada o ese río que corre rápido o esa pradera que cae con las ovejas y una casa de madera.

La pesca permite conocer lugares alejados del turismo convencional, desde el centro del río de la Plata, donde no se ve costa alguna, hasta un brazo del Delta perdido entre los árboles, desde un río chico y con truchas en Córdoba hasta el caudaloso Paraná de Corrientes.

Pero también la pesca nos permite usar el oído para acercarnos a la naturaleza. Cuando esté pescando con un grupo de amigos, como casi siempre se hace, aléjese del grupo y comience a prestar atención a los sonidos: el ruido del agua, el canto de los pájaros, el mugido de las vacas, el chapoteo de un pez, el silbido del viento…

La naturaleza también se ofrece al tacto del pescador. ¿Ha probado de tocar con la palma el agua fría de un arroyo? ¿Y acariciar el lomo de un caballo? ¿Tocó la aspereza de una roca o la rugosidad de una hoja de zapallo? ¿Notó cuánto todavía tenemos para conocer de la naturaleza que nos rodea en cada salida de pesca?

El olfato es otro de los dones que Dios nos ha regalado para usar para “atrapar” de algún modo la naturaleza en mucho más que nuestras retinas. Las flores de campo, un cardumen de sábalos, el aire iodado luego de una lluvia, cada olor nos recuerda un lugar, un hecho.

Y por último, la naturaleza también se abre a nuestro gusto. Y ¡cuánto más rico es un manjar degustado al aire libre! Es el mismo asado que comemos en casa, pero a la estaca y en la isla tiene un sabor delicioso. Son las mismas empanadas que nos hace nuestra esposa para llevar a la fábrica, pero en la lancha tienen otro sabor más destacado.

La pesca es mucho más que sacar pescados. Luego de una jornada entre anzuelos, la vista se recrea, los oídos se destapan, la nariz tiene más espacio para la circulación de aire, las manos palpan distinto y la comida tiene otro sabor… en verdad, la vida propende a tener otro sabor, porque este contacto con la naturaleza nos propone un gran desafío: al volver a la gran ciudad, al diario trajín, al vínculo con los jefes, al día a día con los empleados, a tomar el subte, a caminar por la peatonal, a hacer la cola del banco… este contacto con la naturaleza nos tiene que enriquecer para mejorar transformar nuestra subsistencia en vida, para tratar mejor a los que nos rodean, para alegrarnos, para hacernos agradecidos a Dios por ese privilegio de haber estado pescando…

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