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TOCA PIANO, CANTA ÓPERAS, ESTUDIA EN EL COLÓN Y ES METALÚRGICA: UNA RIONEGRINA EJEMPLAR

 

A los 11 años, la atrajo la música: una compañera de la escuela le contó que se podía estudiar. Dos años después empezó a aprender piano en el INSA (actual Instituto Universitario Patagónico de Artes). Luego educó la voz para cantar y en 2020 logró la beca Mozarteum de la escuela del teatro Colón. A su vez, trabaja en una empresa que fabrican productos metálicos.

A Lihueel Althabe, periodista de Infobae, la rionegrina de General Roca, Liliana Santander, le comentó que el gusto por la música clásica procede del lado paterno y que, al principio, intentaba imitar las voces plenas de las sopranos y “medio que me salía y yo la canchereaba”. Pero con el tiempo, “a partir del canto pude entenderme un poco mejor a mí, a aprender a darme mis tiempos. Trabajar la voz no es tan fácil como parece, influye el día a día, las situaciones, lo que te pasa porque es un instrumento que está adentro. No es como el piano que yo me siento ahí enfrente y va a estar disponible para que lo toque. Con la voz siento que es diferente porque me ha pasado de tener un mal día, después quiero cantar y está todo cerrado, tensionado. Por ese lado me atrapo esto de estudiar la voz, en sí, la técnica tratar de encontrar la comodidad a través de eso. Por ejemplo si tuve un mal día sé cómo anteponerme a esa situación como si no pasara nada, creo que eso un poco también me llamo la atención desde un principio para poder estar estudiando hasta ahora.”

Cantar la emociona. Ha llegado a llorar mientras entonaba y entendía la letra de una canción, que, como expresó “en vez de adueñarme de la obra, la obra se adueñó de mí en ese momento”.

Luego de participar en clases virtuales con profesores del teatro Colón de Buenos Aires, Liliana desea participar en un concurso dedicado a la ópera

En esta mujer apuesta y elegante convive también una trabajadora metalúrgica. Liliana arrancó al mando de la plegadora y el año pasado se encargó de fabricar la carcasa, la parte externa, de unas estufas. Aprendió a cortar chapa con la guillotina, caños con la cilindradora y a limpiar los restos de la soldadura con la amoladora y un ácido, aunque estas tareas, inicialmente, le daban miedo por el daño que podían provocar en sus dedos. En esta empresa familiar es la única mujer que trabaja.

Sobre la clásica lucha entre el trabajo y el arte refirió: “Mi mamá (su padre falleció hace 5 años) quiere que estudie, que me reciba y que no salga de ahí. Honestamente me interesa mucho, aparte con mi tío charlamos las posibilidades de capacitarme, soldadura de alta presión y bueno quien dice, tal vez encontrar algo más copado. Tal vez alguna empresa. Honestamente me lleva un poquito pero el estudio del canto también me lleva su tiempo, su dedicación. Si estoy enfocada en eso no podría hacer las dos cosas muy centrada.”

Liliana disfruta de ambas partes de su personalidad, pues no se las impusieron. Con la mirada puesta en el futuro goza de su actualidad entre chapas y pentagramas. No sabe qué le deparará el camino, pero lo va trazando al andar: golpe a golpe, canto a canto.

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